LA ILUSIÓN DEL EGO... “YO”
Ego,
en latín significa yo.
En
psicología se le llama la instancia psíquica a través de la cual la persona se
reconoce como “yo” y es consciente de su propia “identidad”.
El
Ego da sentido de identidad, organiza las ideas, las experiencias y todas las
percepciones del mundo que nos rodea.
Hasta
aquí algunas definiciones expresadas por diferentes expertos en comportamientos
humanos o en su defecto análisis objetivos de cómo definir el funcionamiento biológico
tanto de la mente como del cerebro del hombre.
A
un nivel más cotidiano y con la información que cada cual tiene, cierto es que,
frecuentemente escuchamos que de forma despectiva o bien como definición para
referirnos a alguna persona con respecto a una personalidad, un carácter o un
comportamiento, decir, “que ego tiene”; es como decir de ese alguien que es, altanero,
egoísta, prepotente e incluso vanidoso.
No
creo que sea medianamente acertado definir a alguien tan alegremente.
Una
vez sabidas las diferentes definiciones que del “Ego” se manejan según que o
quienes e incluso los diferentes porqués con que definimos el “Ego”, creo que podríamos
intentar al menos conocer que es el “ego” o “yo” en el hombre por nosotros
mismos, segura estoy que veríamos que ese “ego” existe como tal, pero con múltiples
“yoes” que componen o completan el “Todo” que cada hombre es.
El
problema de definir e incluso a veces de etiquetar a alguien con adjetivos
generalmente despectivos refiriéndose al “ego”, radica en la respuesta que cada
persona da, con un comportamiento o actitud, a diferentes situaciones
cotidianas o extraordinarias; siempre distantes a las propias o en su defecto anómalas
al entender personal. No por ello se debe “etiquetar” y menos juzgar el “ego” de
nadie (si el propio). La observación si es enriquecedora.
Intentemos
analizar en la medida que podamos, que es realmente el Ego o “Yo”.
El
Ego, es el conjunto de las diferentes formas o personalidades que tiene el
hombre dentro de si. No hay un “yo”, único e individual, hay centenares de
“yoes” separados y que la mayoría de las veces se ignoran entre si; no mantienen ninguna relación o muy al
contrario son hostiles entre si, e incluso incompatibles.
Cada
momento el hombre piensa con su “yo”, y su yo es diferente, actúa según su
instante ese “yo”, basado siempre en una emoción o percepción puntual, además
del pensamiento que su mente está ejecutando en ese momento, o bien un deseo, y
así un sin fin de sensaciones, emociones y pensamientos continuados.
El
hombre es una pluralidad, por tanto el “ego” o “yo”, es igualmente plural. Es
el conjunto de las personalidades que la
mente ejecuta, dependiendo del momento y entorno donde se esté moviendo.
El “ego” maneja las emociones, selecciona los pensamientos, para en cada
instante, sobrevivir a las situaciones que plantea la supervivencia vital.
No
hay nada dentro del hombre que sea capaz de controlar los diferentes “yoes”,
principalmente porque no los nota o no tiene idea de ellos; se vive siempre en
el último “yo”.
Algunos de ellos, son naturalmente más fuertes
que otros; pero no por tener una fuerza propia y consciente. Los diferentes
“yoes” han sido creados por la fuerza de las situaciones, circunstancias o por
emociones mecánicas externas.
La
educación, la imitación, la lectura, el hipnotismo de las religiones, la cuna
donde nace, sus tradiciones y costumbres,
la seducción de las últimas corrientes o modas; todo ello da nacimiento,
en la personalidad de un hombre, a “yoes” muy fuertes que dominan series
enteras de otros «yoes» más débiles.
La
mente y sus sistemas analíticos caen con frecuencia bajo el liderazgo de un ego
“yo”, y sobre todo a la personalidad que
más le convenga a ese “yo”, según la situación a la que deba hacer frente. No
es igual el comportamiento o actitud, en el ámbito profesional como en el
social o familiar. Como tampoco si el “yo”, que aparece es el miedoso, el
guerrero, el vengativo, o el que se alimenta de deseos y proyecciones mentales,
y puesto que la mente no distingue de realidad y sueños, hace que prevalezca un
“yo”, que alimenta las otras personalidades. Una ilusión del “ego”, no es un “yo”
real, siendo este parte de la evolución personal.
El
“yo” cambia tan rápidamente como los pensamientos, los sentimientos, los
humores, y comete un gran error quien se considera siempre una sola y misma
persona; cuando en realidad, siempre es
una persona diferente, nunca es el que era un momento antes.
El
hombre no tiene un “yo” permanente e inmutable. Cada pensamiento, cada emoción,
cada humor, cada deseo, cada sensación dice “yo”. Y rada vez, parece tenerse
por seguro que este “yo” pertenece al “Todo” de la persona, al hombre
completo, y que un pensamiento, un deseo, una emoción, una aversión, son la
expresión de este Todo personal. Cada pensamiento del hombre, cada uno de sus
deseos se manifiesta y vive de una manera independiente y separada de su Todo.
El
hombre no tiene un gran “yo” único, es la suma de todas las influencias
externas que forman sus diferentes
personalidades, sus diferentes “yoes”. Lo malo es que cuando uno
prevalece sobre los otros, cree que es el Todo, tomando decisiones, haciendo
promesas y estando de acuerdo o no con lo que otro “yo” o el Todo tendría que
hacer. Esto explica cómo la gente toma decisiones continuamente y difícilmente
las cumple. La mayor parte de las veces no se escucha al auténtico “YO
INTERIOR”, ese que realmente si es el “TODO” individual y completo.
Somos muchas personalidades a la vez y tenemos muchas
mascaras. El hecho de saber reconocerlas cuando están usurpando, nuestra
verdadera personalidad, nuestro “Todo”, es lo que nos permite desenmascararnos y
poner a nuestro “Ego” nuestro “yo” en su sitio, es decir, no dejar que tome
control de lo que somos y de lo que hacemos, ese “yo” puntual y circunscrito al
momento emocional y o sentimental.
Nuestro “ego” es realmente una voz en nuestra cabeza
que toma mil caras o formas diferentes, pero realmente no somos nosotros, no es
nuestro “Todo”; es quien organiza la actividad consciente y diaria que consta
de pensamientos, proyecciones mentales, recuerdos, percepciones, deseos, situaciones
difíciles emociones y sentimientos conscientes.
Aceptando y conociendo los diferentes “yoes” que
configuran las diferentes personalidades, con las que contamos, no los
confundamos cuando vayan apareciendo, y
sí aprendamos a reconocerlos. Con la observación iremos descubriendo toda una
fachada, que se cae de repente y que te muestra las cosas desde otra
perspectiva. Es hacer una simple interiorización y canalizar debidamente cuando
cada “yo” prevalezca sobre los otros.
Todo lo que te sucede se mide según el “ego” que prevalezca en ese momento. La
fuerza y supremacía del mismo, son visibles así como la lucha con los otros
“yoes”, capitaneadas por las influencias exteriores puntuales o interiores
emocionales.
La conexión con el “yo interior”, o lo que es igual el
conocimiento de sí mismo, favorecerá para que cuando aparezca un “yo”, sepamos
como conducirlo positivamente. De esa manera servirá para no dejar que cada uno
que vaya apareciendo, domine hasta el punto que haga perder la visión de la individualidad y del “Todo” personal.
Saber para Ser. El Saber debe estar en armonía con el Ser,
un exceso de Saber sin Ser, como de Ser sin Saber, no sirve si realmente se
quiere aprender para el conocimiento personal y con él, el desarrollo y
evolución del hombre. Conseguir un grado más….Ser humano.
El conocimiento de sí mismos es el primer peldaño para
saber del otro y del Todo y así descubrir que es “Ser”.
Algunas civilizaciones desaparecieron del planeta
Tierra por un exceso de Saber pero…. no supieron Ser.